
La situación de las mujeres en Afganistán representa uno de los casos de regresión de derechos humanos más drásticos en la historia contemporánea. Desde el relativo aperturismo durante las décadas los 80 y los 2000, hasta la actual crisis de derechos humanos bajo el régimen talibán (en el poder desde agosto de 2021); las mujeres afganas han enfrentado restricciones retrógradas que han limitado su participación en la sociedad, incluso llegando a ser silenciadas del espectro público.
Aunque la discriminación de género es un mal endémico en la historia afgana, nunca había llegado a este punto: existe un sistema de apartheid de género que ha aislado completamente a las mujeres del espacio público. Aún con pocas expectativas en el futuro, emerge un movimiento de resistencia pacífica liderado por mujeres que desafía el discurso impuesto por el régimen.
Etapa Comunista
El gobierno comunista del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), que gobernó desde 1978 hasta 1992, promovió tímidas políticas progresistas respecto a los derechos de las mujeres. Las mujeres llegaron a participar en las unidades paramilitares irregulares y milicias populares de Defensa de la Revolución creadas por el gobierno comunista después de la Revolución de Saur en 1978.
Sin embargo, la sociedad afgana seguía manteniendo estructuras profundamente patriarcales. El hecho de que el país haya encadenado guerras durante las últimas cuatro décadas es un factor que no ha permitido cambiar una lamentable situación que lleva arraigada varios siglos. Las restricciones actuales del régimen talibán, probablemente las más extremas en su historia, se basan en estructuras preexistentes de discriminación de género.
Intervención Internacional
El período de actuación internacional en Afganistán durante estas dos últimas décadas (2001-2021) marcó un punto de inflexión significativo en los derechos de las mujeres. El gobierno afgano había firmado originalmente la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) el 14 de agosto de 1980, pero debido a graves conflictos regionales, la convención no se hizo efectiva hasta 2003. Este retraso de más de dos décadas ilustra las complejidades políticas que han caracterizado la evolución de los derechos humanos en el país. Desde la ratificación de CEDAW, Afganistán modificó la Constitución para que la igualdad de género estuviera claramente definida por la ley.
La ocupación internacional contribuyó a que muchas mujeres, aunque fuera en núcleos urbanos, tuvieran contacto con los valores de la libertad, los derechos humanos y el progreso. Las mujeres comenzaron a participar más activamente en la educación superior, el mercado laboral y la vida política, experimentando niveles de autonomía y participación social inexperimentados. Sin embargo, estos avances se concentraron principalmente en centros urbanos como Kabul, mientras que en las áreas rurales las estructuras tradicionales permanecieron.
El Retorno Talibán
Con la llegada de los talibanes en verano de 2021, Afganistán ha vuelto al reaccionismo, con restricciones férreas que silencian y someten a mujeres y niñas. La sociedad afgana lucha mientras las autoridades que cometen violaciones de derechos humanos y crímenes de derecho internacional contra la población, especialmente las mujeres y las niñas, con absoluta impunidad. Este retroceso representa no solo la eliminación de las conquistas de dos décadas, sino también la implementación de un sistema de control más restrictivo que el experimentado durante el primer régimen talibán (1996-2001).
Los talibanes rechazan las denuncias de discriminación de género, afirmando seguir la ley islámica. A pesar de que los decretos restrictivos e impositivos implementados al inicio de su gobierno se presentaron como medidas provisionales para proteger a la población, estas regulaciones siguen vigentes años después.
El Movimiento de Resistencia Femenina
La opresión sistemática ha dado pie a un movimiento de resistencia pacífico, liderado por mujeres y niñas en todo Afganistán. Este movimiento representa una respuesta organizada y determinada a la degradación impuesta, demostrando que la capacidad de resistencia de las mujeres afganas permanece a pesar de los intentos de silenciamiento. Las protestas y manifestaciones, frecuentemente respondidas con represión, han mantenido visible la demanda de derechos básicos, denunciando el argumentario del régimen sobre sus políticas.
Amnistía Internacional ha destacado los logros de las mujeres afganas, al reconocer que «ellas son la revolución«. Este reconocimiento internacional subraya la importancia de mantener y hacer visible el liderazgo femenino afgano en un momento en que el régimen talibán busca erradicar la presencia pública de las mujeres. Estas figuras representan no solo logros individuales, sino también la persistencia de una tradición de activismo femenino que trasciende los períodos de represión política en Afganistán.
Conclusiones
Las perspectivas futuras para los derechos de las mujeres en Afganistán permanecen inciertas, pero a lo largo de la historia reciente los períodos de represión han sido respondidos por movimientos de liberalización. La semilla del feminismo afgano, sembrada durante décadas de lucha y resistencia, está empezando a dar sus frutos a través de las mujeres que no se callan ante el régimen talibán.
La opresión sistemática a las mujeres afganas nunca se había ido del todo y tras el retorno de los fundamentalistas, las afganas se han quedado, de nuevo, sin voz ni rostro. La responsabilidad de la comunidad internacional es mantener viva la memoria de sus luchas y apoyar sus demandas de dignidad y derechos fundamentales.