La brecha de género se amplía a lo largo de la vida laboral

El informe «Observatorio trimestral del mercado de trabajo«, desarrollado conjuntamente por BBVA Research y Fedea, destaca que el diferencial en las tasas de empleo entre hombres y mujeres se ha reducido significativamente en los últimos 20 años, con una disminución de 10 puntos porcentuales. Sin embargo, esta convergencia es desigual según el nivel educativo: la tasa de empleo de las mujeres con estudios superiores se acerca a la de los hombres, mientras que entre quienes solo tienen estudios inferiores la brecha de género persiste de forma notable.

La brecha de género en la participación laboral han retrocedido especialmente en la franja de 25 a 55 años, pero las mujeres siguen enfrentando tasas de paro y temporalidad superiores a las de los hombres. Además, el empleo parcial involuntario continúa afectando al 45% de las personas ocupadas en esta modalidad, lo que evidencia una mayor precariedad entre las mujeres.

Brecha de género por segregación

En cuanto a la segregación sectorial, las mujeres están sobrerrepresentadas en actividades como sanidad, educación y trabajo doméstico, mientras que su presencia es marginal en sectores como la construcción, el transporte o la industria extractiva. Aunque su peso en sectores tecnológicos está creciendo, sigue siendo bajo en áreas relevantes como las TIC.

Incluso entre personas con estudios superiores, diversos factores elevan la segregación ocupacional por género. El estudio calcula que más del 25% de las mujeres (o de los hombres) tendría que cambiar de ocupación para lograr una distribución equitativa por género, lo que refleja la persistencia de barreras estructurales en el acceso a ciertos empleos.

Pese a la reducción de la brecha salarial en las últimas décadas, las mujeres continúan percibiendo menores salarios que los hombres, incluso tras ajustar por variables como edad, formación, tipo de contrato, jornada, sector o tamaño de empresa. El diferencial salarial ajustado es menor entre jóvenes (4%), pero supera el 15% entre las personas de más de 59 años, lo que indica que la brecha se amplía a lo largo de la vida laboral.

En términos de participación en el mercado laboral, la mejora ha sido más pronunciada en las cohortes de edad intermedia, pero persisten obstáculos para la incorporación y permanencia de las mujeres en el empleo, especialmente tras periodos de inactividad o cuidado familiar. La reincorporación al mercado laboral sigue siendo más difícil para las mujeres que para los hombres.

Conclusiones

La sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres, lo que condiciona su disponibilidad y continuidad en el empleo. Esta desigualdad en la distribución de tareas domésticas contribuye a la persistencia de las brechas de género en el mercado laboral y en los ingresos.

El acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad y dirección sigue siendo limitado, tanto en el sector público como en el privado. La presencia femenina en los niveles más altos de la jerarquía empresarial y administrativa avanza lentamente, lo que repercute en la capacidad de influencia y en la reducción de la brecha salarial.

Como conclusión, aunque se han producido avances en la reducción de la brecha de género en el mercado laboral, persisten importantes retos estructurales. Estos desafíos requieren políticas activas que promuevan la igualdad de oportunidades, reduzcan la segregación sectorial y ocupacional, y faciliten la conciliación de la vida laboral y familiar para consolidar la igualdad efectiva en el empleo.

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