
La moda femenina, un sector históricamente asociado al talento y la sensibilidad femenina, vive una realidad distinta: la mayoría de los puestos de poder y dirección creativa están ocupados por hombres. De este modo, la moda para mujeres es concebida desde una perspectiva masculina, limitando la representación y la comprensión de las necesidades femeninas.
La paradoja de la moda femenina
A pesar de que las mujeres constituyen aproximadamente el 80% de las estudiantes en escuelas de diseño de moda y representan el 75% de los profesionales que trabajan en la industria, solo el 14% de las grandes firmas de moda están dirigidas por mujeres. Esta situación empeora en el sector de la alta costura, donde los hombres dominan los cargos creativos más prestigiosos.
En los principales conglomerados de lujo, la representación femenina en puestos de dirección creativa ha disminuido significativamente: analizando el sector de forma general, solo el 33% de los puestos de dirección creativa están ocupados por mujeres.
Particularmente preocupante es que la proporción de directoras creativas es ahora menor que hace 15 años, lo que indica un retroceso en lugar de progreso hacia la igualdad de género. La «mirada masculina» en el diseño ha llevado a situaciones donde la funcionalidad y comodidad femenina se sacrifican por la visión estética.
Contexto histórico
El predominio masculino en la moda femenina no es algo espontáneo. Charles Frederick Worth, considerado el «padre de la alta costura», fue pionero en firmar sus diseños y crear colecciones estacionales, sentando las bases del sistema actual donde el diseñador, más que el artesano, recibe el reconocimiento.
Posteriormente, figuras como Paul Poiret consolidaron este modelo. Poiret estableció un patrón donde los hombres se posicionaban como los «salvadores» de la mujer a través del diseño, reflejando la perspectiva paternalista que ha caracterizado históricamente la relación entre diseñadores masculinos y la moda femenina.
A pesar de que las mujeres han sido las principales artífices del trabajo textil, su contribución ha permanecido invisibilizada. Sin embargo, cuando la moda se industrializó y se convirtió en una actividad económica rentable, los hombres tomaron el control de las posiciones de poder y reconocimiento, mientras las mujeres quedaron relegadas a roles de producción.
Desigualdad salarial y falta de reconocimiento
La desigualdad no es exclusiva de la representación en puestos directivos. En Europa, las mujeres diseñadoras ganan un 12,8% menos que sus compañeros masculinos. Esta brecha salarial refleja una valoración diferenciada del trabajo femenino en la industria.
La falta de reconocimiento se manifiesta también en el registro de propiedad intelectual. Solo el 21% de los modelos y bocetos inscritos en la EUIPO incluyen al menos una diseñadora, lo que indica que las mujeres no solo están subrepresentadas en posiciones de liderazgo, sino que también reciben menos crédito por su trabajo creativo.
Perspectivas futuras
Según los datos actuales, llevaría 51 años alcanzar la paridad en esta profesión si se mantiene el ritmo actual de incorporación femenina. Esta realidad evidencia la necesidad de cambios estructurales más profundos.
Algunas organizaciones están trabajando activamente para cambiar esta situación. Hay una iniciativa que espera alcanzar el 50% de los puestos de dirección creativa ocupados por mujeres en 2030, mientras que hay empresas que están estableciendo objetivos para lograr equilibrio de género para este año.
Conclusión
La presencia reducida de diseñadoras en puestos de poder refleja un sistema que ha excluido a las mujeres de las decisiones creativas sobre cómo deben vestirse. La transformación requiere un cambio cultural que reconozca el valor que tiene la contribución femenina en la industria, elimine las barreras estructurales que perpetúan la desigualdad, creando modelos que apoyen verdaderamente el desarrollo profesional femenino.