
La igualdad de género en el deporte ha avanzado notablemente en las últimas décadas, pero la disparidad en la visibilidad mediática, especialmente en los horarios de máxima audiencia televisiva, sigue siendo una de las asignaturas pendientes. El acceso al prime time no solo determina el alcance y la proyección de las competiciones, sino que también condiciona el reconocimiento social, las oportunidades económicas y el desarrollo de referentes para las nuevas generaciones.
El deporte femenino sufre una desigualdad sistemática y profunda en los horarios de máxima audiencia televisiva. El tiempo en informativos deportivos está dedicado exclusivamente al deporte masculino, mientras que el deporte femenino recibe un tiempo residual. Esta desproporción se agudiza cuando analizamos los horarios de retransmisión, donde las retransmisiones de eventos femeninos suponen únicamente un 20% frente a las masculinas.
La inversión económica refleja esta situación: RTVE invirtió bastante más en fútbol masculino que en fútbol femenino. Para la Eurocopa 2024 masculina se destinaron 49,3 millones de euros, mientras que para el Mundial femenino de 2023 se invirtieron solamente 842.105,25 euros.
Éxito sin reconocimiento
El fútbol femenino ejemplifica perfectamente esta realidad. A pesar de logros históricos como el Mundial de 2023, donde la final fue vista por 5,6 millones de espectadores con un 65% de cuota de pantalla, convirtiéndose en la emisión más vista en la historia del deporte femenino español, la programación habitual sigue relegando al fútbol femenino a horarios marginales.
Los partidos de la Liga F se ubican en horarios poco atractivos: sábados por la mañana (10:45h) o domingos al mediodía (12:00h-13:00h). Esta programación contrasta drásticamente con el fútbol masculino, que monopoliza los horarios de máxima audiencia de fines de semana. El clásico femenino Real Madrid-Barcelona disputado este año tuvo 208,000 espectadores con un 2,2% de share, emitido por Teledeporte en horario de tarde.
La desigualdad se manifiesta incluso en grandes eventos: el Inglaterra-España femenino disputado en febrero tuvo 506,000 espectadores, mientras que un partido de liga masculino Real Sociedad-Real Madrid alcanzó casi 4 millones. Esta diferencia no solo refleja el interés del público, sino también la falta de promoción y visibilidad en horarios estratégicos.
El caso del baloncesto
El baloncesto femenino ha tenido históricamente mayor presencia televisiva que otros deportes. Sin embargo, esta aparente ventaja se desvanece al analizar los horarios de emisión.
La Liga Femenina Endesa programa sus partidos en horarios de baja audiencia: domingos a las 12:00h, martes a las 21:00h para cuartos de final de Copa de la Reina o en las eliminatorias de liga, etc. Aunque las finales se programan ocasionalmente en prime time (21:00h), la mayoría de partidos de temporada regular se emiten en horarios marginales.
Una muestra de ello es que las semifinales y finales de playoffs se consideran «históricas» cuando se emiten en prime time de Teledeporte. Esta excepcionalidad demuestra que el horario de máxima audiencia es un privilegio esporádico para el baloncesto femenino, no una norma.
La sesión nocturna de Roland Garros
El tenis femenino hace frente a una discriminación más sistemática en torneos como Roland Garros. Desde su implementación en 2021, solo 4 de los 47 partidos programados en sesión nocturna han sido femeninos. Esta desigualdad es llamativa porque el tenis es uno de los pocos deportes donde hombres y mujeres compiten en igualdad de condiciones en los mismos torneos.
Las tenistas se ven relegadas a horarios matutinos y de mediodía, mientras que los horarios nocturnos de mayor audiencia se reservan exclusivamente para hombres.
Esta discriminación va más allá del Grand Slam francés. Los torneos ATP programan sistemáticamente los partidos masculinos en horarios de máxima audiencia, mientras que los partidos WTA se relegan a horarios menos atractivos. La justificación oficial sobre la duración de partidos (en Grand Slams los hombres juegan al mejor de 5, las mujeres a 3 sets) no es suficiente para justificar la no alternancia en los horarios más favorables a nivel de espectadores.
Consecuencias
Esta marginalización horaria genera un círculo vicioso. El 68,1% de la audiencia del deporte femenino es masculina y adulta (45-64 años), reflejando que no se está captando audiencia joven que podría garantizar el futuro del deporte femenino.
La concentración de emisiones en franja matinal (34%) limita drásticamente el alcance del deporte femenino. Solo el 15% de las emisiones se programa en horarios de noche, cuando la audiencia televisiva alcanza sus picos máximos.
Además, esto tiene consecuencias económicas. Los derechos televisivos del deporte femenino generan ingresos mínimos debido a la baja audiencia. La Primera División Femenina consiguió 7 millones anuales por sus derechos, cifra anecdótica comparada con los centenares de millones que mueve el fútbol masculino.
Las marcas patrocinadoras dejan de ganar cuando los eventos se emiten en horarios de baja audiencia, perpetuando la infravaloración económica del deporte femenino. El Valor Publicitario Equivalente (VPE) del deporte femenino es significativamente inferior debido a esta falta de visibilidad en prime time.
La desigualdad del deporte femenino en el prime time es estructural, documentada y perpetuada por decisiones programáticas que priorizan audiencias inmediatas sobre el desarrollo sostenible del deporte. Mientras el deporte femenino no acceda equitativamente a los horarios de máxima audiencia, seguirá siendo víctima de un sistema que perpetúa su invisibilidad y limita su potencial de crecimiento económico y social.